viernes, 7 de diciembre de 2007

¿Por qué criticar?

Leticia Lorenzo

A diferencia de algunos de mis compañeros, que manifiestan abiertamente su desacuerdo con el gobierno actual y sus políticas, debo confesar que yo sigo creyendo en el gobierno y sigo creyendo en un cambio para el país que puede hacerse efectivo a partir de la acción de este gobierno.

Esta creencia me lleva a cuestionarme fuertemente mi relación con muchas de las personas con las que he trabajado durante años, debido a que hemos asumido posiciones bastante separadas con relación al momento actual que se vive. Quizá mi creencia haga que tolere muchas acciones de parte del gobierno que me parecerían absolutamente imposibles de aceptar ni tolerar en otro contexto. Y quizá sea también mi creencia lo que lleva a la reflexión de estas líneas. Pero sin embargo, creo necesaria esta reflexión y creo necesario el debate sobre los fundamentos de la crítica actual a las acciones del gobierno. Antes de enunciar la hipótesis que quisiera poner en debate, debo aclarar que me referiré aquí a la crítica que provine de sectores que son vistos y se auto califican como progresistas (de los sectores conservadores mucho podría decirse, pero ello hace necesario otro tipo de artículo).

Algunos miembros de estos sectores denominados como progresistas han asumido, ya sea desde el inicio del gobierno o a partir de determinadas acciones, una actitud absolutamente crítica con relación al accionar del oficialismo. En ese sentido, personalmente encuentro llamativo cómo las mismas personas que durante años han ejercido como técnicos (ya sea desde la función de planta de diversas instituciones o a través de la ejecución de consultorías temáticas para distintas áreas del Estado) y que han convivido con la improvisación, el desinterés y la anomia de los jerarcas de diversas entidades, que en muchos casos han posibilitado que las políticas públicas sean diseñadas desde diversos organismos internacionales antes que desde el Estado, sean hoy los primeros en levantar la bandera y denunciar esta misma circunstancia presente hoy en día.

También me llama profundamente la atención que personas que han participado en diversos procesos que considero de gran valía para la profundización de la democracia en el país y que han sostenido el discurso del acceso, la inclusión, la no discriminación, la participación, sean hoy los primeros en criticar las acciones del gobierno que tienen como finalidad efectivizar esas palabritas que suenan tan lindo pero han dicho tan poco históricamente en nuestro país.

Un tercer aspecto que me llama la atención es la facilidad que tienen ciertos progresistas de salón para criticar y fustigar a los funcionarios de jerarquía del gobierno por rodearse de gente con escasa idoneidad para diseñar y ejecutar políticas públicas. Y creo que esta es la crítica más común en nuestro medio: el famoso entorno que se critica tanto al Presidente como a sus Ministros de Estado, sería el culpable de todos los males actuales e impulsaría todas las decisiones que en la actualidad son malas pero que durante mucho tiempo fueron funcionales.

Estas cuestiones, entre otras, me llevan a dos reflexiones que quisiera compartir porque entiendo que merecen reflexión, sobre todo en aquellas personas de buena fe que han caído en estas críticas o en otras similares.

La primera reflexión tiene que ver con la pregunta por dónde estaban (donde estábamos en realidad, porque si bien no comparto las críticas sí he compartido los espacios laborales de muchos de los críticos) los críticos en los momentos en que el actual gobierno intentaba construir un espacio alternativo utilizando las herramientas de la democracia. ¿Dónde estábamos los progresistas cuando se expulsó del Congreso Nacional al Diputado Evo Morales Ayma en un tiempo record en la historia del legislativo boliviano? ¿Quién levantó la voz para decir que era una aberración y un acto de total ilegitimidad el que se cometía, so pretexto de cumplir con la ley? ¿Dónde estábamos los progresistas cuando cientos de militantes de base, que defendían su derecho a vivir dignamente, con condiciones mínimas de supervivencia, eran muertos en enfrentamientos en el Chapare por los gobiernos de turno? ¿Hubo alguien que denunciara las acciones del Estado o calificara a los gobernantes de turno como brutales asesinos? Y así podrían encontrarse muchos más interrogantes sobre dónde estábamos cuando el país reclamaba del progresismo una actitud no sólo crítica sino también activa a favor de los sectores vulnerables y desprotegidos desde el punto de vista legal. Y aquí me parece que la cuestión es bastante simple: si nos dan un puesto de poder, sea privado o público, sea de gran o pequeña responsabilidad, para ejercer ese puesto de poder buscaremos rodearnos de aquellos que nos acompañaron durante el camino recorrido para llegar a ese puesto de poder. Creo que esa afirmación es de sentido común. No conozco ejemplos de personas que lleguen a ocupar cargos de responsabilidad y busquen su personal dentro de desconocidos o personas ajenas a sus ideas y sus finalidades para ejercer ese cargo de responsabilidad.

La segunda reflexión tiene que ver con algo que me gustaría llamar el egotécnico, que definiría como el especial ego que han desarrollado muchas de las personas que son reconocidas en ámbitos específicos como idóneas técnicamente y comprometidas socialmente y que se traduce, desde mi modesto entender, en el momento actual en la afirmación “si no me llaman para que aporte, entonces me dedico a criticar desde fuera”. Ha de ser difícil para las personas que durante años, sino décadas, han tenido no sólo un rol protagónico en la ejecución de políticas públicas sino también una fuerte influencia en la formulación y decisión estratégica sobre dicha ejecución, encontrarse hoy prácticamente al margen de las decisiones. Y mucho más difícil ver, desde fuera, cómo muchos de los proyectos que se implementaron son hoy dejados de lado y condenados al olvido. Sin ánimo de generalizar, creo que mucha de la crítica proveniente de los sectores progresistas de la actualidad tiene que ver con ese haber quedado al margen de la toma de decisiones y asumir, en lugar de la actitud humilde propia del que sabe que hay ocasiones históricas en que es necesario volver a empezar y volver a construir credibilidad, la actitud soberbia del que considera que cualquier decisión que se tome sin su intervención es una mala decisión y debe criticarse hasta la destrucción.

Por ello, vuelvo a la pregunta que titula estas líneas: ¿Por qué criticar? Seguramente existen críticas fundadas y necesarias al actual proceso, pero tengo la sensación de que hay otras, muchas, que tienen que ver con este egotécnico herido que se manifiesta a través de la crítica destructiva a cualquier acción que se emprende.

Creo que es necesario, en momentos en los que se está jugando el futuro del país, que antes de criticar hacia fuera, reflexionemos críticamente sobre la actitud que asumimos, y pensemos si no estamos poniendo una vara demasiado alta a un gobierno que está intentando generar un cambio a la vez que aprender muchos aspectos sobre la marcha, sobre la base de sus propias equivocaciones. Reflexionemos críticamente sobre si esa vara no es, incluso, más alta de la que utilizamos para medir a gobiernos que históricamente renegaron de la complejidad de este país y gobernaron para un sector minoritario, como si fuera el universo.

Y una vez que hayamos respondido, honestamente, esas preguntas, podremos decir que estamos en condiciones de criticar, pero seguramente también estaremos en actitud de construir, junto a un gobierno que pretende generar un cambio en Bolivia.


1 comentario:

m dijo...

ahí, ahí...que bien, leticia!